Es frecuente que la dirección de una empresa quiera que sus empleados abracen los cambios con ilusión, sin desconfianza y de manera positiva. El problema viene cuando lo que se encuentran son problemas y pegas por todas partes. La decisión de no resistirse a los cambios, de analizar sus beneficios y enfocarse en lo positivo de los cambios es una habilidad. Y como toda habilidad, ha de entrenarse. Hemos de conocer los pasos a seguir y las formas de responder ante los cambios que nos afectan. Tenemos que saber qué y cuando decir lo que pensamos de los cambios y tener claro el hecho de que los directivos establecen las estrategia a seguir, los «qué» se deben conseguir. Somos los empleados los que debemos proponer y cuestionar los «cómos» para que esos «qué» se hagan realidad. Si nos encontramos a nosotros mismos cuestionando un objetivo estratégico es que nuestras energías están mal dirigidas. Deben enfocarse en cómo conseguir eso que «los de arriba» nos piden. Ahí sí que podemos debatir, cuestionar, argumentar, pelear, etc.
No hay nada más fácil para no conseguir un objetivo que pensar que es una pérdida de tiempo o que «no lo vemos». Recordemos que nuestros directivos les pagan por establecer la «dirección» hacia la que ir, y suelen saber lo que hacen.